“Mujeres que dejan huella: Mónica Ortiz, décadas de pasión y dedicación en el Museo Alberto Mena Caamaño”

Cuando vino el presidente Correa, sentí muchos nervios. Tenía miedo de equivocarme; él sabía demasiado“, recuerda Mónica Ortiz, guía del Museo Alberto Mena Caamaño del Centro Cultural Metropolitano y una de las mujeres con una destacada trayectoria de casi tres décadas dentro de esta entidad municipal.

Su historia comenzó el 1 de mayo de 1992, cuando, con solo 22 años, ingresó a la asesoría de turismo de la alcaldía, encargándose de llevar a embajadores, artistas y deportistas a conocer las riquezas arquitectónicas y culturales de Quito. “Me metía detrás de los retablos de las iglesias, en los campanarios, bajaba a las catacumbas; no le tenía miedo a nada. Iba adquiriendo experiencia día a día“. Fue un reto arduo para una joven inexperta, que, aunque recibía felicitaciones, también escuchaba quejas. Por momentos pensó que no podría continuar, que un año sería suficiente, pero, en un abrir y cerrar de ojos, han pasado ya 28 años.

Mónica conoce cada rincón del Centro Cultural Metropolitano y del Museo Alberto Mena Caamaño. En su trayectoria, pasó por la Dirección de Patrimonio Cultural, donde se enamoró de la museografía y la restauración, pero su verdadero reto fue la biblioteca especializada en arte. Memorizó todos los títulos de las obras y sus índices, devoró libros especializados en arte—y no era una opción no saberlo—. Le preocupaba que alguien le preguntara sobre la Capilla Sixtina y no pudiera responder. Su memoria nunca la traicionó. Su pasión por la cultura la llevó más tarde a apoyar en exposiciones temporales, hasta que finalmente se trasladó al Museo Alberto Mena Caamaño, donde enseña la historia del Ecuador, desde el siglo XVII, XIX hasta la República.

Desde su perspectiva, una mujer guía maneja de forma diferente a los grupos que visitan el museo. “Quizás—comenta—porque ven en mí a una autoridad seria, pero la realidad es que, a medida que avanza el recorrido, las bromas también forman parte de mi estrategia para enseñar la historia de ‘Quito al Ecuador’“.

Soy estricta y exigente con mi responsabilidad como guía“, asegura. Por eso, aprendió lenguaje de señas y métodos de guía para personas no videntes. “Aunque a veces no sé todo, me equivoco, pero la gente sabe que no es con mala intención, y ‘te perdonan las metidas de pata’“. Como aquella vez en la que, al dirigirse a un grupo de personas no videntes, comenzó el recorrido diciendo: “Como pueden ver“. La vergüenza la invadió hasta que, entre risas, escuchó: “Sí podemos ver todo negro“.

Lo bonito de mi trabajo es que puedo enseñar algo, reforzar lo aprendido. Siento que, como mujer, he recibido experiencia y he dado aprendizaje“.

Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, rendimos homenaje a todas aquellas mujeres como Mónica, que, con su trabajo coraje y dedicación, demuestran que la historia se construye no solo con conocimientos, sino también con el corazón y la valentía de quienes, como ella, desafían las adversidades, rompen barreras y enseñan desde la experiencia y la pasión. Que su legado, al igual que el de tantas otras mujeres, siga iluminando el camino hacia un futuro donde la igualdad no sean solo un deseo, sino una realidad para todas. ¡Por más Mónicas que sigan dejando huella en la historia!

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